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Hemos estado hablando mucho últimamente sobre algo que ni siquiera conocemos que es la paz. Casi nadie la conoce y el que la conoce no habla de ella. Pero si todos conocemos lo que es la violencia bien sea física, emocional o psicológica.
Conocemos la ira, los resentimientos, la intolerancia, la impaciencia, la falta de respeto, la devaluación, no sólo con nosotros mismos sino también con los demás, especialmente nuestros seres ‘más queridos’. Como podemos ver sabemos muy bien lo que es la violencia, pero no la paz. Aprendimos a ser violentos con nuestra familia, la sociedad, la escuela, la política y hasta la religión.
Vivimos atados a nuestros conflictos internos, solo tenemos que observar nuestra mente para darnos cuenta de ello. Pensamientos que no sólo nos atormentan a nosotros mismos como la culpa, por ejemplo, sino que también afligen a los demás.
Proyectamos nuestros conflictos internos en los demás, nuestras parejas, hijos, amigos, empleados y empleadores.
Obedecemos a nuestra falsa inteligencia y a la inteligencia de nuestros creados líderes que se aprovechan de nuestra falta de conciencia vendiéndonos la paz bien sea a través de la guerra, venganzas, miedos e ideales. Buscamos en ellos la solución a nuestros problemas.
Evadimos tomar responsabilidad por lo que pensamos, sentimos o hacemos.
Más bien culpamos a los demás jugando el papel de víctimas, perseguidores y castigadores.
No conocemos lo que es el diálogo con los demás, más bien sabemos lo que es discutir, apuntar, acusar, señalar, y argumentar. Devaluamos, criticamos a los que piensan diferente haciéndonos dueños de la verdad cuando ni siquiera la conocemos.
No es acaso todo esto violencia.
Defendemos nuestras ideas y opiniones aprendidas de nuestra familia, sociedad y genéticamente a través de miles de años. Conocimientos que todavía no han podido resolver nuestros problemas más bien todo lo contrario, estos pensamientos con los cuales nos identificamos y damos la vida por ellos no han, todavía, podido resolver nuestros problemas.
Son nuestros pensamientos los que no sólo crean la miseria que hay en el mundo, las guerras, el hambre, la pobreza, los conflictos, y el abuso sino también nuestro propio sufrimiento.
Votamos por personas que solo piensan en sí mismos o en sus partidos que los sostienen vendiéndonos miedos, sueños y esperanzas y que hasta ahora no nos han resuelto ningún problema y que desean continuar con la violencia o por aquellos que se hacen pasar como defensores de la paz.
Ningún líder nos va a resolver nuestros problemas, todo lo contrario, la avaricia, la codicia, bien sea por amor, paz, dinero, prestigio, valoración, reconocimiento, admiración, poder, lo mismo que la comparación con los demás y la competencia, son todas formas de violencia.
Hasta que no tomemos responsabilidad por nuestra propia violencia y no nos comprendamos con compasión no por nuestra mente sino en lo más profundo de nuestro corazón, no vamos a conocer lo que es la paz.
Omar Mejia
Ph.D en psicología, referente en procesos de rehabilitación y terapista en adicciones.
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