Escucho entre amigos, colegas y analistas que el incremento al salario mínimo es una distracción, que si lo llevamos a dólares es menos dinero que hace algunos años, que todo va a subir de precio, que tendremos una inflación disparada y puede que todo eso sea verdad, sin embargo, muchos años trabajando en el mundo de la compensación me han enseñado que cuando se analiza una política salarial o retributiva tenemos que verla con tres sombreros o miradas, la económica, la legal y la social.

Desde lo económico el tema está sobre analizado y pasaremos el 2022 seguramente justificando el porqué si y el porqué no de los pronósticos de los analistas, desde lo legal no hay mucha discusión, solo resaltar que en un escenario tan polarizado como en el que vivimos, lograr un acuerdo en un tiempo récord, pocas veces visto, es algo que debemos resaltar.

Mi punto se centra en lo social, la postura que he planteado a lo largo de los años, el tema en esta época es que nuestro salario mínimo siempre ha sido mínimo, no vital, rayando en lo indigno. Este incremento del 10%, más allá de quienes se ubican en que es una jugada política y mediática, devuelve una luz de esperanza hacia la dignidad que millones de personas necesitan. Quiero creer que un ciudadano que reciba a partir del primero de enero cien mil pesos más en su bolsillo va a poder atender algunas necesidades básicas propias y de su núcleo familiar que estaban desatendidas, va a cuidar un poco más su empleo formal y pensará un poco menos en dejar tirado su puesto para irse a convivir con el cáncer de la informalidad, un pequeño paso, pero firme, hacia el cierre de brechas de desigualdad en uno de los países más desiguales del mundo.

Reflexión por: Jose Miguel Caro Lasso , Chief Happiness Officer de Plurum

En LinkedIn: Jose Miguel Caro Lasso

*Créditos de la imagen: USIL

Leave a reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *